
Para Horabaixa, que leyendo su blog me ha hecho imaginar historias de piratas,
tesoros y barcos fantasmas...
Hace muchos años, en el gran puerto de Amsterdam los enormes veleros iban y venían sin cesar.Aún no existían los barcos de vapor y las travesías eran retos peligrosos.El Atlántico estaba justo después del Markerwaard y parecía que estuviera esperando a las naves valientes que querían herir sus olas tan ancianas como el mismo planeta tierra.
Un día, un velero se preparaba para zarpar hacia los mares de Oriente, después de doblar el cabo de Buena Esperanza.En la cabina de popa, entre el humo acre de las pipas de barro, algunos hombres jugaban a los dados.Por las puertas abiertas penetraba el aire húmedo del golfo. El capitán Van der Decken se levantó para cerrarlas y volvió a la mesa.
-Por suerte mañana ya estaremos en alta mar- dijo.
-Esperemos que la travesía sea tranquila- añadió el segundo de a bordo.
-¿Por qué no debería serlo? ¿Acaso temes doblar el cabo de Buena Esperanza?-le increpó secamente el capitán.
-¡No, capitán! Pero siempre es difícil navegar en aquella zona. Conozco a muchos capitanes que han tenido que regresar sin conseguir doblarlo- respondió el segundo de a bordo.
-¡Cobardes! Un Van der Decken no se detendrá por tan poco.
-Cuentan que hay corrientes fortísimas- replicó uno de los marineros.
-Repito que nada podrá impedirme doblar el cabo de Buena Esperanza. Ni las corrientes, ni los vientos, ni las tormentas. Ni siquiera Dios podría detenerme.
El oficial lo miró fijamente y calló. Después zarparon. Desde aquel día empezó para todos ellos una aventura extraordinaria que, a decir verdad, aún no ha terminado. Pues, como castigo a su soberbia, Dios castigó al capitán Van der Decken a recorrer los mares hasta que encontrase una mujer dispuesta a serle eternamente fiel. Cada siete años, el orgulloso capitán podía tocar tierra para tratar de encontrarla.
Una vez, el capitán desembarcó en Noruega tras su enésimo período de siete años de peregrinación y encontró a Senta, una rubia y dulce muchacha que se enamoró de él. Van der Decken no podía creer en su suerte y, por primera vez en su larguísima vida, tuvo la impresión de que el mundo podía empezar a ser distinto también para él. Estaban con los preparativos de la boda y la tripulación de la barca maldita también empezaba a creer que estaba a punto de acabar su eterno vagar por el mar. Pero Van der Decken pronto conoció la triste verdad. Senta estaba prometida a un joven al que había abandonado. Rápidamente, el holandés maldito regresó a la nave y ordenó izar las velas.
Fue un momento terrible. Un rayo atravesó el cielo y el mar rugió de cólera. Pero el capitán Van der Decken contaba a gritos su historia para que Senta, que estaba acercándose, comprendiera la razón de su imprevista partida. Si Senta había traicionado a su primer prometido, ¿cómo podría haber sido eternamente fiel al capitán maldito? Se hizo un gran silencio y la nave prosiguió. El futuro estaba muerto otra vez para toda la tripulación.
Pero Senta amaba realmente al capitán del barco fantasma y, para demostrarle su amor, se lanzó al mar mientras la nave se alejaba de la orilla. Desde entonces viven felices en la nave maldita. Todos los navegantes del mundo la han visto al menos una vez....